Este estudio esta disponible para descargar en su computadora en formato PDF: Estudio del Ministerio Sacerdotal de Cristo
Levítico 17:3-4 – “Cualquier hombre de la casa de Israel que dentro o fuera del campamento degüelle una vaca, un cordero o una cabra, y no lo traiga a la entrada del tabernáculo de reunión para ofrecerlo como sacrificio a Jehovah delante del tabernáculo de Jehovah, ese hombre será considerado reo de sangre. Derramó sangre; ese hombre será excluido de entre su pueblo.”
El ritual simbólico nos enseña que había solamente un lugar en el cual el Sacerdote terrenal podía presentar la sangre – el tabernáculo o Santuario. Si el israelita o el Sacerdote quería presentar la sangre sacrificada en cualquier otro lugar, ese hombre debía ser excluido o muerto.
El ritual simbólico también nos enseña que el animal debía ser sacrificado en el atrio del Santuario y en ningún otro lugar.
La necesidad de un sustituto
Para que el israelita tuviera la necesidad de un sustituto, debía aceptar primeramente:
1) La vigencia de la Ley
La Ley es la que nos muestra qué es pecado. La Ley es, por tanto, la base de la justificación (Levítico 4:13-27).
1 Juan 3:4 – “Todo aquel que comete pecado también infringe la ley, pues el pecado es infracción de la ley.”
¿Si yo conduzco un auto y me pasó un semáforo en rojo delante de un policía, puede el policía darme una multa? Si hay una ley que dice que pasarse en rojo un semáforo es ilegal, entonces sí puede darme una multa; pero si no hubiese tal ley, entonces no podría hacerlo.
Si la Ley de Dios no estuviera vigente, no existiría el pecado, pues no habría algo para definir qué es pecado!
De igual manera, para que Satanás y sus ángeles pudieran ser desterrados del cielo, tuvo que haber existido una Ley.
Es por tanto inaudito y hasta ridículo pensar que la Ley de Dios fue establecida en el Sinaí y dada solamente a los judíos.
La Ley de Dios existió desde siempre y fue dada para todo ser creado por Dios.
¿Sería Dios justo al hacer salvos a los judíos por las obras, por la obediencia de la Ley; mientras que hace salvos por la fe al resto de los gentiles que creen en Cristo? No sería justo.
Dios es justo y misericordioso (Salmos 116:5), y todo ser humano desde la caída de Adán es justificado por la fe (Gálatas 2:16). Esto también aprendemos del ritual simbólico. Tanto judíos como gentiles, todos salvos por la fe y no por las obras. Pero ser justificado por la fe no significa que la Ley no esté en vigencia (Santiago 2:10-26).
La Ley es la que nos dice que no debemos tener ídolos, que debemos guardar el Sábado, honrar a nuestros padres, no mentir, no robar, ni cometer adulterio, etc (Éxodo 20:2-17).
La Ley es el ayo/tutor que nos conduce a Cristo (Gálatas 3:24).
En el ritual simbólico el animal a sacrificar –el cordero- simbolizaba a Cristo (Juan 1:29).
El cordero era inocente, sin embargo debía morir por el pecado del israelita una vez que el israelita reconocía su transgresión a la Ley de Dios.
El cordero tenía dos funciones:
1.- Ofrenda: debía ser perfecto, sin defecto alguno (Éxodo 12:5; Levítico 9:3; Levítico 22:20). Pues simbolizaba la vida de obediencia perfecta y perpetua de Cristo. El Cordero era un sustituto en la vida. La vida manchada de pecado del hombre es sustituida por la vida sin mancha de pecado de Cristo.
2.- Sacrificio: debía morir, porque la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). El Cordero era un sustituto y garante en la muerte. El hombre debe morir a causa de sus pecados, pero la muerte de Cristo sustituye la muerte del pecador. De igual manera, la deuda impagable del hombre pecador es pagada por Cristo quien fue el que pagó esa deuda impagable para el hombre al hacerse su garante.
2) El lugar de trabajo y el trabajador
Después de aceptar la vigencia de la Ley, el israelita debía aceptar el lugar donde se realizaba el trabajo de justificación –el Santuario- y al trabajador del Santuario –el Sacerdote.
Diariamente (de ahí el nombre de Servicio Diario – Esdras 3:4-5), el pecador arrepentido traía su ofrenda a la puerta del Santuario y colocando sus manos sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así en sentido figurado los trasladaba de su propia persona al cordero inocente. Con su propia mano mataba entonces al animal, y el sacerdote llevaba la sangre al Lugar Santo y la rociaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había violado (Levítico 4:1-20); con esa ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado era trasladado al Santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba la sangre al Lugar Santo; sino que el Sacerdote debía comer la carne, tal como Moisés ordenó a los hijos de Aarón, diciéndoles: “él os la dio a vosotros para cargar con la culpa de la congregación, a fin de hacer expiación por ella delante de Jehovah.” (Levítico 10:17); las dos ceremonias simbolizaban igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al Santuario.
En el ritual simbólico, no sólo el israelita común (Levítico 4:27) necesitaba de la ofrenda y sacrificio del cordero, sino también los príncipes/dirigentes (Levítico 4:22) e inclusive los mismos Sacerdotes (Levítico 4:3), pues todos somos pecadores.
El ritual simbólico era sombra y figura de las cosas celestiales (Hebreos 8:5); ahora nosotros, los israelitas “modernos,” debemos congregarnos al Santuario Celestial y seguir por fe el trabajo de Cristo nuestro Sumo Sacerdote Celestial (Hebreos 4:14).
Las demandas y la condenación de la Ley
El israelita debía entender que estaba bajo las demandas de la Ley y bajo la condenación de la Ley:
La Ley demanda del hombre una vida de obediencia perfecta y perpetua (Romanos 2:13; 1 Pedro 1:15-16).
La Ley condena al hombre a la muerte segunda (Romanos 6:23; Apocalipsis 21:8).
Ya que el hombre esta bajo condenación de la Ley, y no puede satisfacer las demandas de la Ley, necesita de un sustituto en la vida y un garante y sustituto en la muerte: el cordero -> Jesucristo.
Dios ha puesto delante de nosotros la vida (eterna) y la muerte (segunda), para que escojamos (Deuteronomio 30:15,19).
Ezequiel 18:4 – “El alma que peca, ésa morirá.”
CS pg. 532.2 – “‘Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro’ (Romanos 6:23). Mientras la vida es la heredad de los justos, la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel: ‘Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal’ (Deuteronomio 30:15). La muerte de la cual se habla en este pasaje no es aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad de su transgresión. Es ‘la muerte segunda,’ puesta en contraste con la vida eterna.”
1 MS pg. 349.3 – “Cristo ‘sacó a luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio’ (2 Timoteo 1:10). Nadie puede tener vida espiritual independientemente fuera de Cristo. El pecador no es inmortal, pues Dios ha dicho: ‘El alma que pecare, ésa morirá’ (Ezequiel 18:4). Esto quiere decir todo lo que expresa. Va más allá de la muerte que es común a todos: significa la muerte segunda.”
Desde que somos engendrados estamos bajo la condenación de la Ley. Y la Ley demanda que seamos sin mancha de pecado desde el momento de ser engendrados.
Levítico 11:44-45 – “seréis santos, porque yo soy santo.”
Isaías 48:8 – “desde el vientre se te ha llamado rebelde.”
Salmos 51:5 – “en maldad he nacido, y en pecado me concibió mi madre.”
Salmos 58:3 – “Los impíos se alienaron desde la matriz; se descarriaron desde el vientre, hablando mentira.”
El egoísmo suplantó al amor
No podemos satisfacer la demanda de Romanos 2:13 (justicia/obediencia perfecta y perpetua), pues no tenemos capacidad para amar naturalmente.
Desde la caída de Adán, el egoísmo suplantó al amor en los hombres.
DMJ pg. 23.2 – “El corazón del hombre es por naturaleza frío, sombrío y sin amor. Siempre que alguien manifieste un espíritu de misericordia o de perdón, no se debe a un impulso propio, sino al influjo del Espíritu divino que lo conmueve. ‘Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero’ (1 Juan 4:19).”
DMJ pg. 34.5 – “Sin una fe viva en Cristo como Salvador personal, nos es imposible ejercer influencia eficaz sobre un mundo escéptico. No podemos dar a nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos.”
CS pg. 523.2 – “La inmortalidad prometida al hombre a condición de que obedeciera, se había perdido por la transgresión. Adán no podía transmitir a su posteridad lo que ya no poseía; y no habría quedado esperanza para la raza caída, si Dios, por el sacrificio de su Hijo, no hubiese puesto la inmortalidad a su alcance.”
Adán perdió la capacidad para amar cuando cayó en pecado, ya no poseía amor y por tanto no había forma de que transmita amor a su descendencia. Nuestros padres no nos trasmitieron amor, ni sus padres, ni los padres de sus padres… ningún hombre tiene capacidad para amar pues somos descendencia de Adán.
Romanos 13:10 – “el amor es el cumplimiento de la ley.”
Si el hombre tuviese capacidad para amar, tendría capacidad para cumplir la ley tal como está escrito en Romanos 13:10. Si el hombre tuviese capacidad para amar, Cristo no habría tenido que revestir su divinidad de humanidad y no hubiese tenido que venir a la tierra a vivir una vida de obediencia perfecta y perpetua a la Ley, ni hubiera tenido que morir por nosotros.
Juan 15:10 – “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.”
¿Es el hombre bueno? ¿Es la bondad algo natural o sobrenatural del hombre?
CS pg. 495.2 – “Dios declara: ‘Enemistad pondré’ [entre el hombre y satanás] (Génesis 3:15). Esta enemistad no es fomentada de un modo natural. Cuando el hombre quebrantó la ley divina, su naturaleza se hizo mala y llegó a estar en armonía y no en divergencia con Satanás. No puede decirse que haya enemistad natural entre el hombre pecador y el autor del pecado. Ambos se volvieron malos a consecuencia de la apostasía. El apóstata no descansa sino cuando obtiene simpatías y apoyo al inducir a otros a seguir su ejemplo. De aquí que los ángeles caídos y los hombres malos se unan en desesperado compañerismo. Si Dios no se hubiese interpuesto especialmente, Satanás y el hombre se habría aliado contra el cielo; y en lugar de albergar enemistad contra Satanás, toda la familia humana se habría unido en oposición a Dios.”
La naturaleza del hombre se hizo mala con la caída de Adán. Nuestra naturaleza se hizo mala al desobedecer a Dios y llegó a estar en armonía con satanás. Esto es algo que no queremos aceptar. Queremos creer que amamos a nuestros padres, hermanos, a nuestras mascotas, a Dios; pero el amor no es algo natural del ser humano; el egoísmo suplantó al amor y desde la caída somos egoístas por naturaleza. Ser enemigos de satanás es algo sobrenatural para el hombre caído.
CC pg. 17.1 – “El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armonía con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egoísmo reemplazó el amor. Su naturaleza quedó tan debilitada por la transgresión que ya no pudo, por su propia fuerza, resistir el poder del mal. Fue hecho cautivo por Satanás, y hubiera permanecido así para siempre si Dios no hubiese intervenido de una manera especial. El tentador quería desbaratar el propósito que Dios había tenido cuando creó al hombre. Así llenaría la tierra de sufrimiento y desolación y luego señalaría todo ese mal como resultado de la obra de Dios al crear al hombre.”
CC pg. 17.2 – “El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos. Y si se le pudiese admitir en el cielo, no hallaría placer allí. El espíritu de amor abnegado que reina allí, donde todo corazón corresponde al Corazón del amor infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos, sus intereses y móviles serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del cielo. Este sería para él un lugar de tortura. Ansiaría esconderse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su gozo. No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los impíos. Ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para el compañerismo que allí reina. La gloria de Dios sería para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruidos a fin de ocultarse del rostro de Aquel que murió para salvarlos.”
En Cristo no había una gota de egoísmo
Juan 17:19 – “Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.”
Si Cristo hubiese dicho “por mí yo me santifico a mí mismo” entonces el hombre no tendría ninguna esperanza de ser justificado. Pero Cristo tenía 0% de egoísmo.
PVGM pg. 105.1 – “’El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir’ (Mateo 20:28). El vivió, pensó y oró, no para sí mismo, sino para los demás.”
1 Pedro 4:18 – “Y si el justo con dificultad se salva, ¿en qué irá a parar el impío y pecador?”
Si el justo con dificultad, a penas se salva; debemos comprender que la salvación es en el orden personal.
Dios Padre acepta la obediencia de Cristo como si fuera nuestra obediencia. La fe debe apropiarse de la vida que no hemos vivido. La fe debe decir “no me mires a mi, mas mira la perfección de Cristo.”
Para los que se creen buenos y no quieren aceptar que no tienen capacidad para amar…
Apocalipsis 3:17 – “Ya que tú dices: ‘Soy rico; me he enriquecido y no tengo ninguna necesidad,’ y no sabes que tú eres desgraciado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”
La riqueza mencionada en Apocalipsis 3:17 no es la riqueza de bienes materiales, se trata de la riqueza espiritual que muchos creen poseer.
DMJ pg. 12.1 – “El que se cree sano, el que se considera razonablemente bueno y está satisfecho de su condición, no procura participar de la gracia y justicia de Cristo. El orgullo no siente necesidad y cierra la puerta del corazón para no recibir a Cristo ni las bendiciones infinitas que él vino a dar.
Los que en su propia opinión son ricos y honrados, no piden con fe la bendición de Dios ni la reciben. Se creen saciados, y por eso se retiran vacíos. Los que comprenden bien que les es imposible salvarse y que por sí mismos no pueden hacer ningún acto justo son los que aprecian la ayuda que les ofrece Cristo. Estos son los pobres en espíritu, a quienes él llama bienaventurados.”
DMJ pg. 14.1 – “Todos los que sienten la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí mismos no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a Jesús. Dice él: ‘Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados’ (Mateo 11:28). Nos invita a cambiar nuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No merecemos el amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y capaz de salvar a todos los que vengan a él.
No importa cuál haya sido la experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición actual—débiles, sin fuerza, desesperados–, nuestro compasivo Salvador saldrá a recibirnos mucho antes de que lleguemos, y nos rodeará con sus brazos amantes y con la capa de su propia justicia.
Nos presentará a su Padre en las blancas vestiduras de su propio carácter. El aboga por nosotros ante el Padre, diciendo: Me he puesto en lugar del pecador. No mires a este hijo desobediente, sino a mí. Y cuando Satanás contiende fuertemente contra nuestras almas, acusándonos de pecado y alegando que somos su presa, la sangre de Cristo aboga con mayor poder.”
“Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza… En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel.” (Isaías 45:24-25)
1 Juan 2:2 – “El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
Cristo murió por todos los hombres, la propiciación fue hecha para toda la raza humana. Pero Cristo no aboga por todos, solo intercede por los que le siguen por fe a su trabajo en el Santuario Celestial.
Juan 17:9 –“Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque tuyos son.”
Jesús no ruega al Padre por los que no tienen necesidad de su justicia perfecta. Jesús no ruega por los que se creen ricos espiritualmente. Jesús no ruega por los que no aceptan su incapacidad para amar.
Nos podemos postrar de rodillas y pedir a Cristo que interceda por nosotros, pero si de corazón no aceptamos que no tenemos capacidad para amar, Cristo no intercede por nosotros; porque al no aceptar que no tenemos capacidad para amar, en realidad no tenemos necesidad de un sustituto, no tenemos necesidad de la justicia de Cristo.
Peor que la incredulidad
Aquellos que profesan ser cristianos, que profesan amar a Dios, profesan ser maestros y guías; aquellos que profesan todo esto y encima condenan a otros de pecado, cuando en realidad ellos también cometen pecados, son PEOR que los no creen.
Romanos 2:17-22 – “Tú estás persuadido de que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los que no saben, maestros de niños, teniendo en la ley la completa expresión del conocimiento y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas contra el robo, ¿robas? Tú que hablas contra el adulterio, ¿cometes adulterio? Tú que abominas a los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿deshonras a Dios con la infracción de la ley? Porque como está escrito: El nombre de Dios es blasfemado por causa de vosotros entre los gentiles.”
Cristo, nuestro Sumo Sacerdote
El israelita no podía entrar al Santuario, solo el Sacerdote podía entrar llevando los medios (la sangre y el incienso). “El extraño que se acerque será muerto” (Números 3:10).
Nosotros no podemos entrar al Santuario, por eso necesitamos de Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, para que entre al Santuario e interceda por nosotros (Hebreos 4:14).
Cuando el profeta Daniel vio a Cristo en vestiduras sacerdotales describió su voz como “el estruendo de una multitud” (Daniel 10:5-6). Cristo como Sumo Sacerdote cuando habla, habla por la multitud de creyentes que por fe le siguen en su Ministerio Sacerdotal Celestial.
Juan 14:16 – “Yo rogaré al Padre…”
Juan 16:26 – “En aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros.”
Jesucristo ruega por nosotros: “No mires a este hijo desobediente, mírame a mí.”
Hebreos 9:24 – “Porque Cristo no entró en un lugar santísimo hecho de manos, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios a nuestro favor.”
Hebreos 8:3 – “Porque todo sumo sacerdote es puesto para ofrecer ofrendas y sacrificios; de ahí que era necesario que él también tuviera algo que ofrecer.”
Cristo como nuestro Sumo Sacerdote presenta la ofrenda (su justicia perfecta/vida de obediencia perfecta y perpetua) y el sacrificio (su sangre) por los verdaderos creyentes.
Hebreos 7:25 – “Por esto también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, puesto que vive para siempre para interceder por ellos.”
Solo por medio de Cristo podemos acercarnos a Dios. No hay otra manera de acercarse a Dios. Los otros medios que los hombres han puesto para acercarnos a Dios son para muerte segunda, no para vida eterna.
Congreguémonos, pues, diariamente al Santuario Celestial donde Cristo-nuestro Sumo Sacerdote-intercede por nosotros para ser aceptados o justificados, obtener el perdón de nuestros pecados y recibir el Espíritu Santo en forma de lluvia temprana.
Para estudiar el Ministerio Sumo Sacerdotal Celestial de Cristo con mayor profundidad recomendamos ver el Estudio del Santuario Terrenal y el Santuario Celestial.
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